Desde el salón de mi alma

Matilde Bello Orozco

Sobre la obra:

Desde el salón de mi alma es un compendio de 50 relatos resultado de una conciencia sublevada, casi exaltada, tras superar la indigencia que provocan el dolor y la pérdida. Una reflexión atemporal sobre el ahora, el soy y el siento, bajo el lúcido pretexto de intensificar la vida y de interpretar nuestra implacable fugacidad.

Ese tiempo que acaricia; la adictiva nostalgia; el doble rasero de la soledad; el encuentro que se entretiene y el reencuentro que se atraganta; la memoria como contrapeso, no como eje; el deseo que rejuvenece; el fiel y reconfortante silencio; la reivindicación de los sueños; la escritura como liberación… Pero también el mar, el Sol, la Luna, el viento o la lluvia como fuente de inspiración de esas historias de la vida que son de todos, que no tienen dueño.

La autora experimenta con una prosa sin artificios, natural y ligera, que nació buscando musicalidad y, afinando acordes, en algún momento se imaginó poeta. Un estilo que hilvana sutilmente las palabras para bordar metáforas en silencio.

Así respira Desde el salón de mi alma, con 50 breves piezas que buscan la emoción a través de una sensibilidad franca y desnuda. Con una narrativa que no deja de ser la voz de ese incesante monólogo interior con cientos de preguntas por descifrar, y con todas las posibilidades abiertas.

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Desde el salón de mi alma

Matilde Bello Orozco

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Sobre la autora:

Licenciada en Ciencias Sociales y de la Información por la Universidad del País Vasco, dedicó al periodismo una larga trayectoria de su vida laboral, hasta que el ejercicio de esta profesión resultó insuficiente para expresar la convulsión y transformación de su alma.

A pesar de que su vocación literaria se manifiesta desde la infancia, el encuentro con esta ha sido tardío, como un despertar otoñal que de repente reivindica su parcela de protagonismo. Y en esos descubrimientos anda su pluma explorando territorios en los que dejar su impronta.

No hay premios ni reconocimientos que destacar de su currículum salvo una cámara fotográfica ganada a los catorce años en un concurso literario infantil que dedicó a su abuelo; y unos pocos relatos finalistas encuadrados en varias antologías que circulan por el mundo de los escritores amateurs.

Sus narraciones no han trascendido mucho más allá del ámbito familiar y de amigos, pero no se acercó a la escritura para que brillara su nombre, sino para apaciguar la voz de su espíritu.