Pavel Munguía
Nacido en Nicaragua el 6 de agosto del 82, cruzó el Atlántico cuando contaba ocho años. Criado, como dice él, por catalanes, pasó su adolescencia, hasta su mayoría de edad, en los lindes de La Ciudad Condal.
La suerte quiso, aún no se sabe si de la mala, que deambulara por Madrid con el vigor propio de la veintena. Se enamoró y, cuando parecía que podía tenerlo todo, regresó a su Badalona de crianza huyendo de sí mismo.
Después estuvo dando tumbos como una bola de billar. Regresó en un par de ocasiones a su linda Nicaragüita, que le tiene robado gran parte de su quebrado corazón. La última vez estuvo tres años, en plena pandemia.
Durante todo este tiempo, no ha dejado de escribir... hasta culminar en lo que sería la primera obra íntegramente suya.
Con su primer microrrelato publicado, "El último Guzmán", y gracias también a la confianza de la editorial Diversidad Literaria, pudo participar en una antología, Criaturas de las sombras, donde se recogen cuatro de sus relatos.
En estas páginas se recopilan, a modo de pequeña galería del sinsentido, no solo sus relatos y microrrelatos, sino que también deja escapar al poeta más melancólico, derrotado y un tanto romántico que lleva dentro.
Autor de un género incomprensible, incluso para él mismo, confía en que el buen lector consiga pasárselo bien... o no.
Intentaba recordar lo que había escrito en la lista que me había dejado en casa. Tenía huevos, carne, zumo de tomate, pan… Faltaban cinco minutos para que cerraran. Sin querer, llegué a los libros. Por curiosidad estuve ojeando algunos y me topé con una reseña que llamó mi atención. "Cuando el camino, se hace cuesta arriba, tienes un amor no correspondido, tu trabajo es una mierda y tus amigos opinan que eres retrasado mental, debes hacer un giro de ciento ochenta grados y empezar a matar por dinero. Esto es lo que se plantea Pablo Luis, el protagonista de esta peculiar novela que narra su viaje al infierno en el que se ve obligado a descender. Pablo, un escritor frustrado y politoxicómano, da un cambio radical a su malcontenta vida y, con la idea de que solo a las personas buenas les pasan cosas malas, se convierte en alguien peor".
"Vaya", me dije, "se me han vuelto a adelantar".
