Pavel Illich Munguía Chavez es mi nombre completo. Tengo cuarenta años y actualmente trabajo de camarero en el bar de mi hermano pequeño.
Nací en Chichigalpa, cuidad de Nicaragua y vine a parar a Barcelona a los ocho años, donde estudié hasta la secundaria. A los dieciocho me vine a vivir a Madrid y cursé hasta primero de bachillerato suspendiéndolo por falta de asistencias injustificadas. Soy de la generación EGB/ESO, un millennial de la vieja escuela.
Después, he ido haciendo trabajos varios como teleoperador, mozo de almacén, en una embotelladora de agua mineral en Mallorca, limpiando la casa de una señora mayor. Incluso estuve algún tiempo en una ONG. Mi mayor “logro” laboral fue estar como coordinador en un Call-Center durante diez años.
Dejé este último e hice un máster de escritura creativa en el centro de Estudios Literarios Hotel Kafka allá por el 20017. Fue lo más placentero y satisfactorio que he hecho en mi vida.
Tengo la sensación de que he escrito desde que sé hacerlo. Mi primer poema de amor fue a los trece años. También intenté escribir una obra de teatro para la clase de octavo, la cual íbamos a representar al final de curso. No cuajó. Tengo una novela corta (o un relato largo), varios poemas y una recopilación de fábulas fantásticas, entre otras cosas inclasificables, en mi cajón de sastre.
Mi héroe literario es Edgar Allan Poe, como no podría ser de otra manera. Tuve, tengo y creo que siempre tendré una inagotable fascinación por el romanticismo oscuro. Pero, con lo que más me siento cómodo escribiendo, es con el surrealismo y lo onírico. De hecho, la mayoría de mis relatos están inspirados en mis propios sueños, casi todos pesadillas.
Durante la pandemia estuve tres años en Nicaragua. Fue un viaje para encontrarme a mí mismo y encontré a otra persona.
La primera y única vez que me han publicado, fue una carta de opinión en un periódico nicaragüense. Tendría unos veinte años.
Antes, tenía mucho miedo a que me leyeran, pero a medida que mi barba empieza a clarear, me asusta mucho más.
Considero que soy más relatista, que novelista, y puede que una suerte de poeta despechado.