EGIA
—Es una mala idea.
—Shhh…
Egia puso el dedo índice en sus labios, no había opción.
Ray estaba en su cama, pasando el fin de semana con unos amigos. Un plan perfecto. Y Egia formaba parte del grupo. Se había colado en su habitación de madrugada, vestida con un liguero y ropa interior negra de encaje y cintas. Estaba de rodillas al lado de la cama. En una mano portaba un collar de cuero con anilla brillante, en la otra su correa. El collar que él había intentado enterrar, pero que siempre formaría parte de ellos. No se puede negar lo que uno es, un amo puede estar dormido, pero nunca desaparecerá, y ella lo sabía.
Miró a su antigua sumisa entre los claroscuros de la estancia, y fijó sus ojos en el cuero. No pensó. Se incorporó, sentándose en el borde de la cama, y cogió el collar. Egia se apartó el pelo, luciendo una sonrisa dulce, y se dejó adornar. Luego enganchó la correa a la anilla y respiró hondo. El Amo despertó.
Se levantó, tirando de la cadena y puso a Egia contra la pared. Pegó el cuerpo a su espalda, aspirando su aroma, recordando las veces que la había tenido a su merced. Agarró la melena en su puño, con la otra mano tiraba hacia arriba de la correa. Ya habría momentos para hablar, y por supuesto, para el castigo por haberle hecho callar. Pero ahora necesitaba poseerla, ahí mismo, volver a estar dentro de ella. Sin preámbulos, siguiendo el instinto que estaba dormido.
Soltó su pelo y metió dos dedos en el tanga para apartarlo, notó en la humedad de su sexo, toda el ansia acumulada. Estaba preparada, como siempre, como antes. De un gesto rápido se bajó el pantalón y su erección golpeó directamente entre los glúteos. Egia gimió, Ray le cubrió la boca con su mano y entró en ella. Fuerte y profundo, una y otra vez. Casi la levantaba del suelo, agarrando sus caderas, clavándole sus dedos y marcándola como suya.
Presionada entre la pared y su Amo, luchando por respirar, sintió sus espasmos y cómo la llenaba, y estalló con él.
Era su EGIA, era su VERDAD…