Mi nombre es Francisco Javier Bajo Novoa, aunque he de decir que desde el mismo momento en que mi padre cruzó la puerta del registro civil, tras inscribir mi nombre, empezaron a llamarme Paco y, el Francisco Javier quedó tallado tan solo en el tropel de papeles que algún funcionario gestionó ese día.
Nací un siete de abril del año en que el premio nobel Jean-Paul Sartre lo rechazó porque tenía como norma rechazar todo reconocimiento o distinción. Tampoco soy de distinciones y reconocimientos.
Mi ciudad de nacimiento, Logroño. De corazón, mi pueblo, Pedroso. A los cuatro años me gradué en el jardín de infancia y en la primera clase ya aprendí mi primera lección. No hacer caso a las recomendaciones de los mayores te puede llevar al fracaso en el primer intento. Ese día besé el suelo... ¡Fue mi primer beso!
Estudié hasta los catorce años, siempre en colegio de curas, como se decía antes, Escolapios Capuchinos, Jesuitas. Mi madre llegó a pensar que abrazaría los hábitos y cantaría misa, pero por esas fechas a la que empezaba abrazar era a Ana, la que años después sería mi mujer y madre de mis dos hijas, Silvia y Sandra.
Segunda lección, te pueden marcar una ruta, pero al final tú eliges el camino. A los diecisiete, como se decía por aquel entonces, necesitaba hacerme un hombre y seguí con mi graduación... dos años inolvidables el ejército. Tercera lección, aprendí lo que era el compañerismo, el respeto, la amistad, el trabajo en equipo, el valor.
Con diecinueve años, y una vez amueblado por fuera y por dentro, decidí que aún no era el momento de graduarme y me volví a matricular en un módulo llamado vida. Este es el módulo más difícil y a la vez más bonito y gratificante, porque en él estoy aprendiendo a abrazar cuando tú lo necesitas, a reír cuando te veo feliz, a llorar si estás triste, a ofrecerte un abrazo en el aire si estás lejos, en definitiva estoy aprendiendo a vivir.
No me va ni bien ni mal, llevo las asignaturas al día, unos días suspendo algunas y otros días apruebo otras y la media, creen mis profesores, que al final de mi carrera me dará para un aprobado. Mi nieto, Darío, recogerá mis notas y espero que él continúe al menos manteniendo el aprobado. Cuarta lección, coge lo bueno de cada momento, desecha lo malo y piensa en este momento, porque cuando leíste la primera palabra de esta biografía eso ya es pasado y el futuro está tras las páginas de este libro que vas a empezar a leer.
“Todo empezó así hace cuatro años”. “Si soy capaz de observar, escuchar, leer, pensar... si soy capaz de sumarlo todo y unirlo con aprecio, quizás y solamente quizás, sea capaz de escribir algo bonito”.
Y quizá fui capaz, ya que de ahí nació en 2021 mi primera publicación con Diversidad Literaria, El alto del abuelo, toda una inesperada aventura para mí. Hoy, con Miradas color miel
comienza un nuevo camino en busca de otra nueva e intrigante aventura.