Enfermera vocacional, madre de familia numerosa, artista plástica y escritora en formación continua… Pero, ante todo, MUJER.
Mis circunstancias vitales no han sido fáciles y mi inmersión en el mundo del arte ha estado circunscrita a momentos de calma. Ahora es uno de ellos. El dibujo, la pintura y la escritura son para mí un espacio zen donde refugiarme cuando el temporal arrecia. Me permiten evadirme, crear realidades alternativas, contar historias, conectar con mi yo más íntimo y, en definitiva, conocerme mejor. El tiempo fluye más lento cuando el arte está en mi vida.
Apasionada de los haikus y de los relatos cortos, me encanta participar en certámenes como reto personal. Gracias a ellos, he colaborado en varias antologías de las que estoy especialmente orgullosa. Cada paso cuenta.
Actualmente, estudio un grado de arte en la universidad cuya línea, eminentemente práctica, me ofrece todas las herramientas que necesito para profundizar en aquello que me gusta. Estoy absolutamente convencida de que el talento no es lo único que forja artistas. Lo hace la constancia, la formación y la actitud. La actitud cuenta y mucho. Vemos un producto terminado e idealizamos el proceso, pero el talento y la inspiración se quedan en nada sin la constancia de una práctica regular alineada con los intereses personales.
Puedo definirme como una artista cuasi autodidacta en un proceso de mejora constante. Sin embargo, no sería nada sin todas aquellas personas que han aportado positividad a mis días. Es obligado mostrarles mi gratitud por su presencia y por su ausencia. El silencio no siempre implica abandono.
El 2022 está siendo un año de cambio. Un gran punto de inflexión para valorarme como persona y como mujer con todas las particularidades que ello conlleva. Ahora tengo los recursos, el tiempo y las ganas de cultivar mi mundo. Ahora me toca a mí.