Mi historia comienza en el sur, pero pronto enraíza con el norte. Niña de invierno que sueña veranos.
Siempre tuve mucha imaginación, y, durante la adolescencia, viví entre textos parte de lo que me tocaba experimentar por edad.
Desde que recuerdo, escribo. Pienso, aprendo, siento, a través de la palabra escrita.
Y ahora, mi vida y los pájaros de mi cabeza asoman entre líneas buscando la luz y el abrigo de los demás.
Sigo creyendo, firmemente, que las letras —las bellas, las dulces, las que sanan— tienen el poder de salvar almas. No hay química que las supere.
Tuve la dicha de liberar a la niña azul que habita en mí, hacerla libro y verso, hacerla prosa, hacerla vuelo.
Sí.
A esta niña le queda mucho cuento (y mucha vida) por contar.
Acompáñame.
Seguiremos caminando.
Seguimos latiendo.