Nací un 29 de octubre de 1945, en Buñol. Mis padres, Pepe y Amaprico, tenían una tienda de ultramarinos. Tengo una hermana, María Amparo, enfermera. Fui a un colegio de religiosas e hice el Bachiller Elemental y, luego, trabajé en este colegio, en la guardería, de los quince a los veintitrés años. Yo, ya de pequeña, escribía redacciones en clase y la monja se las llevaba a la comunidad a enseñárselas a las hermanas, de lo bien que las hacía ya entonces. Me casé en 1969, y tuve dos hijas: Pepa y Sara, y tengo cuatro nietos: Aaron, Fernando, Irene y Loren; el más mayor tiene veinticinco y el más pequeño diecisiete. Mi marido enfermó de esquizofrenia paranoide en 1978, y estuvo internado hasta que murió en 2023 de un ataque al corazón.
En 1977 puse una boutique
infantil hasta mi jubilación, la tuve treinta y cinco años. La ilusión de mi vida era haber estudiado para abogada penalista, pero no pudo ser, no doy más explicaciones. Y ya jubilada, con sesenta y nueve, comencé en la Nau Gran, escuela para mayores de cincuenta y cinco años, e hice el itinerario de Derecho y, luego, Lengua y Literatura. Iba dos días por semana a Valencia y puedo decir que fue una de las mejores etapas de mi vida y, aunque de una manera ficticia, vi realizado mi sueño de estudiar derecho. Siempre me ha gustado escribir, sobre todo poemas, para toda mi familia y de momentos puntuales de mi vida, y, la verdad, muchas veces han sido toda una terapia; disfruto escribiendo, me encanta. He tenido la suerte de conocer a Leonor, una persona maravillosa, que me habló de este proyecto de Diversidad Literaria, y me entusiasmó. Así, ahora, por fin, a mis setenta y ocho años veo, de alguna forma, cumplido también mi sueño de ser editada y publicada; no diré de ser escritora, porque escritora he sido siempre.