EL BESO DE LA MUERTE
«Habían pasado más de once meses desde que partí, pero allí estaba. Frente a su edificio. Frente a nuestra puerta. El sol agonizaba en el horizonte, dejando paso a la noche. Casi podía sentir el peso del tiempo sobre mis hombros, como si los meses se condensaran en un solo instante.
Y entonces, el miedo.
Un miedo que no había sentido ni siquiera cuando la muerte me rozó en el campo de batalla. ¿Podía un vampiro temer algo más que su propia extinción?
La respuesta era sí. Hasta ahora, mi única obsesión había sido regresar. Pero, ¿y si ella ya no estaba? ¿Y si algo le había ocurrido? ¿Y si no había sobrevivido? La duda me consumía. Y entonces, lo sentí.
Desde la altura de su piso, su fragancia inconfundible me envolvió. Dulce, cálida, única. No era un simple aroma; era parte de mí. Algo que, sin saberlo, llevaba grabado en lo más profundo de mi ser.
Estaba viva.
Mi cuerpo se movió antes de que pudiera pensar. Me introduje en el edificio y subí. Cada paso era un latido en mi mente. Cada escalón, un recuerdo de nuestra vida juntos. Frente a la puerta, el miedo volvió. Bastaba un solo toque para que todo cambiara. ¿Se daría cuenta de que mi piel ya no era cálida? ¿Que algo en mí era distinto?
Respiré hondo. Me aferré a su aroma. A ella. Y entonces, toqué la puerta.
—Voy. —Su voz. Dulce. Alegre. Real».