Para mí la escritura ha sido siempre, paradójicamente, una vía de escape para salir de la realidad y a la vez un camino para entrar en mi mundo real donde habito a escondidas, es decir, una introspección, una entrada en mi caverna, donde me encuentro conmigo misma y podemos hablar a solas.
Aunque alguna vez me he atrevido a participar en pequeños concursos literarios del colegio e instituto o de ayuntamientos locales o círculos o clubes pequeños y —dicho con sorpresa, humildad y alegría— he ganado algunos premios, suelo escribir normalmente (y sin rutina sino abandonada al impulso esporádico o desencadenado por algo en concreto), para un público reducido, determinado, conocido, usualmente familiar o de amigos, con historias hechas a medida para esa querida audiencia, desde cuentos para niños específicos, historias de amor, de aventuras, de coraje o ánimo, cartas, poesías, relatos eróticos, relatos melancólicos o románticos o desvaríos emocionales.
Dedicarme con mayor dedicación a esto de las palabras que provocan emociones o degustaciones de sabores ricos, ha sido siempre mi pasión y también mi espinita pendiente, desatendida o condicionada muchas veces por culpa o gracia de las demandas pedigüeñas de la rutina diaria. La editorial Diversidad Literaria me ha dado ahora, después de haber quedado seleccionada o finalista en varios de sus concursos, esta oportunidad ilusionante.
No sigo cánones o modelos determinados, solo dejo salir a una niña imaginativa que aún vive dentro de mi cueva, para que cuente en alto lo que le surge en su cabeza de forma espontánea. No suelo darle muchas directrices, ella se lanza sola y cuenta cosas que a veces me sorprende y, afortunadamente, para bien también a otros. Mi alegría es ser capaz de hacer disfrutar a otros de lo que guiso con palabras y secretos ingredientes. Gracias por atreveros a probar alguna de mis recetas.