Robert James Lees

Robert James Lees (12 de agosto de 1849 - 11 de enero de 1931) fue un canalizador, médium, predicador, escritor y sanador británico de finales de la época victoriana y princi-pios del siglo XX.


Nacido en Hinckley, Leicestershire, hijo de William Lingham Lees (1818–1880) y Elizabeth (de soltera Patch) (1819–1883), Robert Lees pasó sus primeros años en Bir-mingham. Se afirma que, tras la muerte del Príncipe Alber-to en 1861, Lees, de 13 años, entró en trance y comunicó mensajes de Alberto a la Reina Victoria. Se afirma además que Lees vivió durante un tiempo en el Palacio de Bu-ckingham para que Victoria pudiera hablar regularmente con su amado Alberto a través de él. La única conexión real que se ha descubierto entre Lees y la Familia Real es una carta fechada el 23 de enero de 1899 enviada a Lees desde la Oficina Privada agradeciéndole por enviarle a la Reina una copia de su libro Through The Mists.


En diciembre de 1871, Lees se casó con Sarah Ann Bishop (1850-1912), a quien conoció cuando era niño mientras asistía a una clase de escuela dominical en el dis-trito de Aston de Birmingham. Tuvieron dieciséis hijos, diez de los cuales sobrevivieron hasta la edad adulta. En 1876 se trasladó a Manchester donde trabajó como perio-dista para el Manchester Guardian. En 1878 Lees y su fa-milia se trasladaron a Londres, donde trabajó como perio-dista en Fleet Street y donde trabó amistad con WT Stead. Trabajó en varias publicaciones con sede en Londres, in-cluida la revista Tit-Bits de George Newnes.


En 1902 Lees se mudó a Ilfracombe en Devon con su familia de Plymouth y permaneció allí hasta aproximada-mente 1928, cuando regresó a Leicester. Lees murió en su casa, 'Hazelhurst', Fosse Road South, Leicester, en 1931 a la edad de 81 años. Su cuerpo fue incinerado en el cemen-terio Gilroes y sus cenizas fueron enterradas en la tumba de su esposa en el cementerio Score Woods en Ilfracombe.



La Sociedad Cívica de Hinckley encargó una placa azul para conmemorar a Lees y fue descubierta por un descen-diente de Lees el sábado 2 de mayo de 2009.

La Tierra no es el alfa y el omega de la vida, no es ni siquiera el comienzo de la vida. El hombre en su ignorancia tiende a dar a la Tierra una importancia que no la tiene. Las cosas se ven muy diferentes cuando un día llegamos al punto de vista que tengo ahora.



Cómo nos inspiran en cada oportunidad que se presenta y nos animan a hacer todos los esfuerzos sin ninguna intrusión para evolucionar paso a paso y más alto. Su amor se apodera de nuestra alma como un fuerte imán y nos conduce mucho más allá de nuestra propia fuerza en nuestro camino, a menos que nosotros mismos rechacemos toda influencia divina. No conocen el patrocinio y no hacen el más mínimo intento de despertar en nosotros el sentimiento de deuda o compromiso con ellos. Por el contrario: por grande que sea su servicio hacia nosotros, por grande que sea la alegría que nos hayan dado, nos hacen sentir una y otra vez que con esto obtienen la mayor dicha.

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