Cinco amigos emprendieron una excursión con el corazón henchido de ilusión. El sendero, bañado de sol y promesas, fue testigo de risas, confidencias y el cálido resplandor de una amistad tejida con los hilos puros de la juventud.
Lo que parecía un viaje entre almas afines se tornó, sin previo aviso, en el escenario de un revés atroz, inesperado e insalvable.
En un instante, lo que unía se quebró. Donde antes había palabras, brotó el silencio. Donde florecía la esperanza, se asentó la sombra.
Porque la juventud es vida, sí. Es fuego, impulso, creencia en lo eterno. Hasta que llega la muerte. Y con ella, no siempre lo físico, sino la pérdida irreparable de lo que una vez pareció inquebrantable.